viernes, 24 de septiembre de 2010

Exilios, x

Las dunas de Auserd

Si vas a Auserd, en los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf, indudablemente trata de acercarte a las dunas, pregunta por ellas, ya te dirán. Míralas atentamente y disfrútalas, sube a lo más alto y déjate caer de la manera que sea, de cabeza, de culo, rodando, a toda vela, a saltos, como sea, pero hazlo.
Si ya vinieses, aprovisiónate con lo más sencillo y útil, equípate con tu mejor cara y afina tu sonrisa. Desdobla tu ropa de safari y la ropa interior que sea de gala porque siempre pasará algo o, te lían o te lías pero, de cualquier manera lleva aquella que no te importe que se vea, hay granos de arena que les gusta penetrar, sin preámbulos ni mediar palabra.
Cuando estés, absorbe tantas bocanadas de aire como si ahorita acabara, deja entrever tu primera sonrisa, mira a tu alrededor vuelve a sonreír y grita cuatrocientas veces y una más, ooooooooooooooo o, como te salga pero exagéralo. Desenreda los cordones de tus zapatillas, si quieres ten prisa en quitarlos, ah, incluso te pueden servir de juguete o arma arrojadiza; también se aconseja despojarse de objetos cortantes y de la inhibición, esto último ante nada.
Las dunas de Auserd entonces, te darán la bienvenida, te acompañarán en todo momento y te preguntarán una y mil veces qué querrás hacer. Al final, después de exhaustos, te dirán con el corazón apesadumbrado, no vuelvas a mí y diles a los que están allí cerca que se vayan.
Tú como siempre no dirás nada aunque te quedes apesumbrado, y ya no te importe que se haga de noche. La voz melancólica de las dunas te retroproyectan a una pensamiento raro, estremecedor. Cierto este lugar, pensarás, es fantasmagórico tanto para mí como para esta gente que vive al lado, aunque la diversión fue grandiosa y muy desestresante.
Ahora a punto de irte, te dejas sopesar por la brisa fresca de la tarde que como siempre antecede a una noche gélida.
Y te vas por fin.
Vuelves a tu hogar y luego a otro lugar.
Esta es la historia de mil viajes consumados y la pena de un pueblo, es la realidad de una diversión quebrada de antemano y que las dunas de auserd en la medida de lo posible palian la necesidad del divertimento.
Vete a las dunas de Auserd cuando leas esto y diles de mi parte que les guardo rencor, ellas ya saben por qué. (es cosa personal). Tú no dejes de irte y luego recomiéndalas.


Chejdan Mahmud Yazid

1 comentario:

Nahia dijo...

Siempre he tenido debilidad por este relato, no se porque, pero me encanta. Lo leí por primera vez una semana antes de viajar (por primera vez) al mujaiem y me acorde de el todo el viaje.
Saludos
Aina Mª Roig